Cada vaso es una oportunidad de sentir la energía entrando en ti.
Antes de tocar el celular, pon una mano en tu abdomen y otra en el pecho. Siente tu primera respiración del día.
No se trata de velocidad, sino de consciencia. Mantén la espalda recta y siente cómo trabaja tu zona media.
Mueve tobillos, muñecas y hombros. La movilidad pequeña es la que más se agradece a largo plazo.
Apoya la mano en la encimera, alarga el lateral y deja que la cabeza pese suavemente.
Unos pasos en casa, sintiendo el contacto de los pies con el suelo, pueden cambiar tu estado.
Contrae suavemente el abdomen como si abrazaras tu columna.
Camina, estírate, respira: es tu medicina cotidiana.
Aunque duela, aunque se sienta pesado, él te sostiene cada día.